Ayer escribí «sin pensar» la entrada. Y como siempre el miedo me invadía al escribirla. ¿Se entenderá lo que estoy diciendo? ¿O, como siempre se malinterpretarán mis palabras? No soy un hacha escribiendo. Es más, alguna vez cometo faltas de ortografía y siento una vergüenza terrible. Es curioso, de pocas cosas siento vergüenza, porque vergonya de fer coses roïns.
Y no, no he hecho nada malo para sentir vergüenza, pero no me gusta parecer una persona exaltada, cuando busco siempre el camino de unión entre las diferencias. Es decir, no soy lo que se suele entender por moderada, pero sí busco el punto medio: la paz frente al conflicto, las soluciones ante las discusiones, como decía Carlinhos Brown: La revolución destruye. La evolución construye.
Pero incluso diciendo estas palabras tan bonitas, tan cargadas de significado y que dan un paso más en el progreso de las ideas humanas estoy temiendo no ser interpretado (Silvio Rodríguez). Sí, temo. Las personas buscan la tranquilidad y muchas veces es a costa de alejarse del barullo que forma la gente que como yo, va a contracorriente. De hecho, en el instituto empecé a darme cuenta de este hecho y como me pesaba, busqué el problema y hallé una solución bastante satisfactoria. Al menos lo era para la situación en la que nos encontrábamos.
Recuerdo que siempre se estaban haciendo huelgas porque empezaba el proceso de Bolonia y la gente andaba alborotada, pero no sabían por qué.
Yo soy la primera que, si tengo claro algo, no me importa ser la que se lleve las tortas dando la cara por la causa. Pero no voy a defender algo de lo que no estoy informada.
La gente se extrañó cuando se «convocó» (hay qué tiempos aquellos, qué bonita es la ignorancia) una huelga y yo dije que no iría, que me quedaba en clase. No hizo ninguna gracia mi decisión, pero esto se veía amortiguado por la curiosidad que causó mi actitud. «No estoy bien informada para tomar partido» «Pero si sólo es no venir a clase», comentaban. «Si quiero que tomen en serio mis quejas, no puedo ir sin saber nada del asunto. Si queréis nos quedamos luego a informarnos bien. Hablaremos también con los profesores y que nos expliquen qué está pasando» Caras raras: Esta tía está loca. No le importaría hacer huelga si se queda unas horas más en el instituto para hacer llamadas telefónicas. Se le ha ido la pinza.
Y así fue como me puse a informar a la gente de qué pasaba y qué no. Y la gente empezó a dividirse, primero en dos grupos los que querían estar informados y ser consecuentes y los que realmente lo que querían no era ir a ninguna manifestación para defender una determinada vida de estudiante, sino que se quedarían en casita durmiendo.
Luego, de entre los informados, no todos estaban de acuerdo con la huelga.
Si os interesa, yo no fui a la huelga: todavía me sentía muy desinformada. Así que dejé bien claro que no boicoteaba nada. Que simplemente no estaba tomando parte en aquella querelle. Sentí que aquello era un logro (ya dije que no pensaba esconder mis sentimientos, ni los de tristeza ni los de alegría. Como si estuviéseis en mi cabeza). Al menos la gente se había puesto a decidir por sí misma, en vez de dejarse llevar por lo que otros les decían. Se veía pequeños grupos de estudiantes que en la hora del patio iban a hablar con el jefe de estudios y el ambiente que se respiraba era muy grato. No estábamos muertos del todo.
Pero no siempre ocurren estas cosas, ni siempre se tiene la misma facilidad para intervenir en los pensamientos de la gente.
Por eso, desde ese momento, vi que las explicaciones, los argumentos, tenían mucho más poder a la larga que las arengas. Además era una forma de actuar más lógica y más madura que podía llevar a pasiones más sólidas entre la multitud, que además se siente honrada por ser tenida en cuenta como indivíduo pensante y no masa aborregada.
Las personas tímidas, las personas desconfiadas, acceden a tener una conversación tranquila, mas no siempre escuchan los discursos exaltados y frecuentemente se sienten intimidados y desestabilizados por estas actitudes. Creo que este es el mal de la izquierda en España.
Es por eso que no me termina de gustar el tono que empleé en la entrada anterior, si bien no pienso retirarlo: somos la suma de muchos momentos buenos, malos, acertados, infantiles… Todo ello nos hace crecer. Pienso que no es bueno negarse a una misma, aunque resulte tan difícil a veces no hacerlo.
En fín, no sé si esto habrá aclarado mejor la perspectiva del post anterior o ha quedado todavía más enturbiado. Que quede claro, sí a: razón más pasión, evolución, paz, libertad, más paz, igualdad, fraternidad, educación, progreso, reflexión, autocrítica, perdón, comprensión, diálogo, puntos comunes, verdad, ecología, respeto, honor, amor, esfuerzo, trabajo, entusiasmo, positivismo, autoexigencia, acción, humanidad.
No a derroche, egoísmo, guerra, contaminación, clases, abusos, vejaciones, desinformación, destrucción, discriminación, desamor, deshumanidad, pasotismo, incomprensión, mente cerrada, masa, violencia, enfermedad, tristeza.
PS: Ya sé que parece que me esté esforzando en demostrar lo contrario, pero no soy una ególatra, sólo que es tan difícil expresar estas cosas sin parecerlo!! (Qué «jarta» estoy de dar excusas y cuántas veces las pedimos)